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¡Hola, aliad@!
Ya estamos aquí una semana más. Hoy continúo aclarando algunos de los mitos que rodean la alimentación.
En esta ocasión, voy a hablar de las verduras frescas vs las congeladas.
Como ya vimos en el post dedicado al plato de Harvard, las verduras son el alimento principal de nuestros platos, por lo que es importante saber en qué formato (frescas o congeladas) nos conviene consumirlas.
Seguramente, habrás oído ya en más de una ocasión a gente defendiendo a muerte las verduras frescas (y otros alimentos) y criminalizando a los congelados.
Quizás también hayas conocido a alguien que no cree que las verduras congeladas sean tan malas o que simplemente prefiera renunciar a las verduras frescas por evitar comprar tan a menudo y poder consumirlas en cualquier momento.

No sé si tú estarás de acuerdo conmigo, pero mi impresión es que, de manera general, lo fresco tiende a gozar de una mejor fama que lo congelado.
Lo veo en la sociedad y en el ámbito del marketing. Cuando uno va a comprar, el que la verdura sea fresca suele ser un reclamo de calidad que atrae clientes. Me refiero al clásico «Del huerto a tu mesa». ¿Estás de acuerdo?
¿Es eso realmente así? ¿Qué hay de cierto en estas afirmaciones de “sabiduría popular”?

Del huerto a tu mesa… o no
Vamos a ver qué diferencias hay entre las verduras frescas y las congeladas para intentar determinar si realmente las primeras son más nutritivas que las segundas.
Para ello, me voy a centrar en el proceso que siguen estas verduras desde que se cosechan y se congelan o no hasta que llegan a tu mesa.
Verduras frescas
En teoría, aquellas verduras que se recolectan cuando están en temporada contienen más vitaminas y minerales.

Sin embargo, a este factor hay que añadirle el tiempo que conllevan el transporte y posterior almacenamiento.
De hecho, las verduras que compramos de manera habitual suelen cosecharse antes de que estén maduras. De este modo, terminan de madurar en el transporte.
Esto conlleva a que las verduras tengan menos tiempo para desarrollar todos los nutrientes.
A este tiempo de transporte y almacenamiento hay que sumarle los días que pueden estar en el supermercado antes de que las compremos.
Así pues, teniendo todo esto en cuenta, parece que las verduras “frescas” que compramos tal cual se cosechan de la tierra son frescas, pero no al 100%.

¿Cuál es el proceso entonces con las verduras que compramos congeladas?
En este caso, las verduras suelen cosecharse en plena maduración, es decir en el momento en el que son más nutritivas.
Después de cosecharse, se lavan y se hierven
Sí. Este paso se hace durante unos minutos para matar las bacterias. La parte negativa de este proceso es que puede provocar una cierta pérdida de vitaminas de tipo hiposoluble (solubles en agua).
La vitamina C es una de las vitaminas que se pierde con más facilidad si se la somete a altas temperaturas. Recuerda que tienes información sobre las vitaminas en este post.

Una vez terminado este paso, las verduras se congelan. No se les añade ningún químico antes de congelarlas.
Entonces, ¿qué hacemos?
Visto este proceso, ¿cuál de las dos versiones es más saludable?
Según muestran distintos estudios, el valor nutricional en verduras frescas y congeladas es prácticamente el mismo.
De hecho, si te fijas en los dos procesos que acabo de describirte, siempre se produce una pequeña pérdida nutricional.
En el caso de las verduras frescas, esta pérdida se da al recolectar las verduras antes de que maduren y dejando que el proceso de maduración se termine en menos tiempo, durante el transporte y posterior almacenamiento.

En el caso de las verduras congeladas, la pérdida puede darse al hervir las verduras para matar las posibles bacterias.
Por lo tanto, no hay una gran diferencia en cuanto al valor nutricional.
Como pequeña curiosidad, solo añadir que, según varios estudios, las verduras congeladas contienen más antioxidantes, pero como decíamos, no hay una gran diferencia entre los dos tipos.
Por lo tanto, la decisión termina basándose en tus preferencias: gustos, estilo de vida, presupuesto, tiempo y predisposición para ir a hacer la compra, para cocinar, …
Aquí entra en juego aquel ejercicio de autoanálisis del que te hablé en uno de mis primeros posts.

Observa cuáles son tus preferencias de gustos (te gusta más el sabor y la textura de las verduras frescas o de las congeladas) y cómo es tu día a día (puedes ir a comprar verduras frescas con más o menos frecuencia, cada cuánto cocinas y consumes verduras, si se te ponen malas en casa cuando son frescas, …).
Haz este trabajo y establece tu manera de organizar el consumo de verduras en función de tu estilo de vida y, sobre todo, de tus preferencias.
Por ejemplo, puede que, de manera general, prefieras consumir verduras frescas por su textura y sabor o simplemente porque el proceso al que se someten te parece mejor que el de las congeladas.
Sin embargo, el consumir verduras frescas puede suponerte el ir a hacer la compra dos veces a la semana para evitar que se pongan en mal estado cuando las tienes en casa. Esto, a su vez, puede conllevar el que cocines verduras al menos dos veces por semana.

Si esta rutina va a interferir con tu estilo de vida (pasar mucho tiempo fuera de casa por trabajo o por ocio), puede que te resulte difícil de llevar a cabo.
Quizás consigas hacer la compra como te has propuesto, pero no logres cocinar las verduras a tiempo y terminen por ponerse malas.
Aquí podría ser interesante el ajustar tu consumo de verduras. Por ejemplo, podrías comprar menos verduras frescas para asegurarte que las puedes cocinar y consumir a tiempo y comprar de manera paralela algunas congeladas para tenerlas como reserva.
Podrías usar las congeladas para aquellos días en los que vuelves tarde a casa y no te da tiempo a hacer la compra o simplemente no tienes ganas de cocinar.

Como ahora ya sabes que el aporte nutricional de verduras frescas y congeladas es prácticamente igual, puedes estar tranquil@
Bien, esto es solo un ejemplo que se me ha ocurrido y que podría servirme a mí para mi estilo de vida y mis gustos personales.
A todo esto, recordarte que la compra también puede hacerse online. Y si no te gusta cocinar, existen empresas que preparan platos saludables y equilibrados que te entregan en casa. Cada vez hay más.
Analiza, explora y experimenta hasta hallar la manera que mejor se acomode a ti. Recuerda que se trata de aprender. No hay prisa.

Si ves que con el tiempo hay que modificar tu manera de organizarte para consumir verduras, no hay problema. Se trata de ganar en calidad de vida.
Por calidad de vida no me refiero solo a que te alimentes de manera saludable y equilibrada, sino que la manera en que te alimentes te aporte tranquilidad en tu día a día. Que el comer saludable no te estrese.
Recuerda que tu vida no debe ajustarse a tu dieta, sino que tu dieta debe ajustarse a tu estilo de vida. Modifica tu organización tantas veces como sea necesario para que el cuidar de ti y de los tuyos te resulte algo cómodo.
Evidentemente, requiere un cierto trabajo de análisis y planificación, pero una vez lo tengas controlado, lo llevarás con naturalidad, pasará a formar parte de rutina para aportarte bienestar.
No hay una única forma correcta de hacerlo. ¿Frescas o congeladas? Ya has visto que no hay una gran diferencia a nivel nutricional, así que elige la fórmula que mejor te convenga.

Cualquiera de estas dos formas te ayudará a llevar unos hábitos saludables.
Hazlo a tu manera, como quieras. Mi única recomendación es que no dejes de comer saludable por no organizarte, por pereza.
Si prefieres las verduras frescas, pero el comprarlas y consumirlas va a interferir mucho en tu vida, quizás sea mejor optar por las congeladas, aunque no te gusten tanto. Siempre será mejor que no comer nada da verdura, ¿no?
Son tantas las opciones que hay. Seguro que hay una para ti
Otro factor importante
Como nota final, comentarte que además del formato en el que consumamos las verduras, también hay que tener en cuenta la forma en la que las cocinamos.

La forma de cocinar es otro de los factores que influye en el aporte nutricional de los alimentos.
Cuanto más alta sea la temperatura a la que están sometidas las verduras (los alimentos en general), mayor suele ser la pérdida nutricional. Cuanto mayor sea el tiempo de cocción, mayor será la pérdida de nutrientes.
Por este motivo, suele recomendarse no abusar del tradicional método de hervir las verduras y optar por otros métodos, como la cocina al vapor, el salteado o el microondas.
Con estos métodos, los alimentos también se someten a temperaturas altas, pero durante menos tiempo y con menos cantidad de agua, por lo que la pérdida nutricional es menor.
Y sí, has leído microondas. ¿Pero el microondas no es dañino para la salud? De este otro mito hablaré en el post de la semana que viene, así que estate atent@ si te interesa este tema

De momento te dejo con este artículo para que puedas pensar cómo quieres consumir las verduras.
Un abrazo, aliad@